Llegan tres hombres al infierno, un Mexicano, un Gringo y un Hindu . El diablo les dice:
-Bueno, pues les daré una oportunidad; aquel que aguante tres latigazos mios, se puede ir al cielo; además se podrán poner lo que quieran en la espalda.
Los hombres aceptan, y primero el Gringo, toma una loza de concreto grandísima. El diablo, al primer latigazo rompe la loza, y el gringo dice:
-¡Ya, ya!, ni modo, aquí me quedo.
Después el Hindú pasa y se arrodilla, y le dice el diablo:
-¿A poco muy cabrón? ¿Qué, no te vas a poner nada en la espalda?
El Hindú contesta:
-Yo solo necesito meditación.
El diablo le dice:
-Bueno, como quieras
Da el primer latigazo y el Hindú sólo gime un poco; el segundo latigazo y el Hindú tranquilo; el tercer latigazo y el Hindú como la fresca mañana; entonces dice el diablo: -Bueno, pues lo prometido es deuda, te puedes ir al cielo. El Hindú le contesta:
-Ni madres, yo quiero ver al Mexicano, siempre nos chingan en los chistes, ahora quiero ver con que jalada sale.
E l turno es del Mexicano. Se arrodilla. El diablo le dice:
Aquilino se
está rascando la cabeza con desesperación inusitada, cuando llega Parménides, uno
de sus amigos, quien al verlo enfrascado en tan inusual tarea, le pregunta:
-Y ‘ora ¿qué
te pasa?, ¿por qué te rascas con tanto frenesí?
-No chinges,
Parménides... Me llené de piojos...
-Pos échales
un baño de alcohol.
-No la
amueles. Si en su juicio no los aguanto, borrachos menos.
Un Alemán con un fuerte dolor de espalda entra a una cantina y frente a él se encuentra nada más y nada menos que con Jesucristo. El Alemán le pide: –Oye, Jesús, tómate una copa de vino conmigo. Jesús acepta, le toca la espalda. Santo remedio. El dolor desaparece milagrosamente. En la misma cantina entra un Ruso con un fuerte dolor en el pie. De igual manera se encuentra con Jesús y le dice: –Tómate una copa de vodka conmigo, Jesús. Jesús acepta y le toca el pie y santo remedio con el dolor. Entra un Mexicano a la misma cantina con el brazo enyesado, Jesús lo observa y el Mexicano, en un tono bravucón, le dice: –Oye tú, tómate un tequila conmigo. Jesús acepta. Al terminar su copa, Jesús le acerca la mano al brazo enyesado, y el Mexicano dando un salto, se levanta, y exaltado le dice: –¡Ni madres, a mi no me quitas mis 30 días de incapacidad!